Tiempo que resta
Sus párpados se habían juntado enredando las pestañas en un suave contacto; cálido como una puesta de sol. En la habitación oscura donde estaba sintió que no echaba de menos nada, habían desaparecido los sentimientos, los anhelos y los pesares. Algo en su interior tuvo la certidumbre de que iba a quedarse ahí para siempre; el único deseo que experimentaba; sin embargo no pensaba; no experimentaba; no sentía; no deseaba. Era una oscuridad que lo envolvía suavemente infundiéndole absoluta calma; despojado de la molesta envoltura en la que había pasado tantos años y que últimamente se había quedado vieja, harapienta, gastada. Al mismo tiempo, alguien juntaba unas arrugas como surcos en la comisura de sus labios y ojos; por los que iban caminando ríos de lágrimas y preguntas. Un por qué tantas veces dicho al cielo con la esperanza de obtener alguna furtiva respuesta; faros iluminando el sendero oscuro en el que se acababa de adentrar todo lo que fue y lo que sería. Un poco más, porque nunc...