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Terapia

A l principio fue como cuando en los altavoces suena un gran éxito. Hubo mucho movimiento por todas partes; empujones, gritos eufóricos, y humo... recuerdo haber visto humo, pero pensé en los cañones. Ya sabes. Llenan la pista de niebla para que las luces hagan efectos y eso. Miré a mis amigas, que continuaban bailando sin darse cuenta de nada; acabábamos de pedir una copa; luego los gritos se transformaron... sonaban distintos, como desesperados. Un instante después me vi envuelta en una masa de gente que empujaba y ellas ya no estaban, habían sido engullidas por la turba. Quedé paralizada; no sabía qué ocurría y me invadió el miedo, supongo que igual que al resto; sentí cómo se iba contagiando la histeria como esas olas que se forman en los estadios. La masa quería avanzar desde un lado, se preguntaban unos a otros qué ocurría mientras empujaban con todas sus fuerzas, obligándome a empujar también. Empecé a sentir una enorme presión que apenas me dejaba respirar, y también

De arte y musas perdidas

¿Cuándo se fue? ¿Por qué? Después de tanto tiempo es difícil que pase un día sin que las preguntas acudan a su mente para hacer otra muesca al calendario y recordarle que aún sigue en blanco. La respuesta es clara, se fue. Dejó yermo el campo donde antes germinaban las palabras, e interpuso un muro demasiado alto para escalarlo; ahora le angustia no saber si han vuelto a brotar porque desde hace mucho tiempo es incapaz de mirar al otro lado. Quizá se esté haciendo viejo y simplemente es la pereza lo que hace que se resista a intentar trepar. Tal vez ese campo necesitaba un respiro para renovarse y volver a ser fértil, pero el muro sigue ahí... puede verlo alzado imponente burlándose de él un día más, y no hace otra cosa que preguntarse si alguna vez será capaz de saltarlo A veces se siente fuerte y se acerca para plantarse junto a él; camina siguiendo su trazado mientras roza con la punta de los dedos la superficie, y empieza a sentir poco a poco que una vez más es infranque

Estigmas sociales

Escuchó la sentencia con los ojos cerrados para imaginar con más claridad el rumbo hacia el que tendría que conducir a partir de ese momento, apretó los puños e hizo un esfuerzo por mantener atado el león que trataba de salir de su interior; llenó los pulmones, espiró lentamente y digirió cada palabra que le llegaba desde el otro lado del estrado. Tuvo que contener una lágrima de impotencia mientras toda su rabia se desvanecía quedando en el vacío de aquella sala, intuyendo años luz de distancia a su alrededor. La calma absoluta se rompió por los murmullos que siguieron a las palabras de la juez cuando volvió a abrir los ojos para contemplar su nueva vida. Dos años. En su cabeza se repetía como un bucle esa cifra que ahora, vista desde ese extremo, había cobrado un significado que le producía vértigo. Siempre había sido un hombre muy concienciado al respecto. Empatizaba cada vez que una nueva noticia colmaba las portadas anunciando un nuevo caso de esa lacra que anda encar

El dulce olor del ocaso (final)

...Ahora, mientras tu hija Ainara trata de comprender el significado de esa pregunta que tanto te gustaba susurrar al oído de aquellas chicas, tú tendrás que tomar una decisión importante: Tu vida, o la de tu hija. ¿Es dulce el olor del ocaso?   - El dulce olor del ocaso (parte I)   - El dulce olor del ocaso (parte II) ___________________________________________________________________________________________ En su reloj interno había pasado una agónica eternidad desde que consiguió calmar su estómago hasta que terminó de digerir cada palabra del correo. Continuó con los ojos clavados en la pantalla, sin pestañear, sin siquiera percibir el enorme cansancio de su alma envejecida ahora por las circunstancias. No pensó en el hecho de que la felicidad es efímera; no tuvo tiempo para echar la vista atrás y sopesar cuánto puede cambiar la vida en un instante porque tuvo claro desde el primer momento que había vivido mucho

El dulce olor del ocaso (parte II)

Suspiró, tomó aire con el corazón desbocado y tuvo la certidumbre de que aquello no había hecho más que comenzar. Sin más vacilación abrió el siguiente archivo y ante sus ojos se presentó otra escena, mucho más espantosa que la peor de sus pesadillas: el mismo escenario, la misma iluminación débil, pero en el centro, sentada en la silla, maniatada y completamente desnuda se encontraba Ainara, su hija, con un trozo de cartón colgado del cuello tapándole el pecho en el que se podía leer una pregunta: ¿Es dulce el olor del ocaso? El dulce olor del ocaso (parte I) _________________________________________________________________________________ Cada segundo de su existencia desfiló frente a sus ojos arañando el gris oscuro en que se acababa de tornar todo a su alrededor para dejar entrever los resquicios de sus miserias envolviéndolo en angustia y terror. Esta vez no pudo contener la arcada y vomitó junto a su silla mientras las imágenes del vídeo continuaban reproduci