El fin del mundo

Detener el tiempo; permanecer en un bucle que en lugar de avanzar, da vueltas.

Haruki Murakami escribió que existe el fin del mundo; un lugar donde no hay relojes, donde se puede vivir eternamente. 

Aunque tiene un precio. Es el mundo que has construido en tu mente.

En ese mundo estás tú, tu pasado y tal vez los sueños que nunca cumpliste.

¿Suena bonito?

Te preguntarás cómo es posible.

El cuerpo envejece. Los años pasan y llega un momento en el que dejas de ser. Te vas para quienes aún siguen aquí. Te lloran. En sus recuerdos estás tú, y en el mundo futuro que están creando (el suyo propio) tienes un hueco, de igual manera que ellos lo tienen en el tuyo.

Así estamos relacionados con quienes forman parte de nosotros. Son las cuerdas invisibles cuya existencia aún no se ha podido demostrar. Porque en este lado no se puede.

Seguirá siendo una teoría hasta que llegues a tu fin del mundo. Sólo entonces te darás cuenta de que todo está relacionado. 


Cada fin del mundo es el comienzo de la interrelación entre todos los que te recuerdan, porque en el tuyo propio quizá hayas construido una existencia poblada de las personas en quienes has dejado tu impronta.

Allí me seguirás teniendo, pero es importante que no me olvides. Si lo haces esa interrelación se romperá. No habrán funcionado las cuerdas. De ahí que no sea perfecto.


Si cada uno de nosotros construyéramos un mundo formado por a unos pocos, y éstos a su vez lo hicieran con otros tantos, finalmente tendríamos un compendio de todos cuantos han existido alguna vez, porque esto funciona hacia atrás. Sólo tenemos datos de nuestro pasado, no se puede construir sobre el futuro mientras no lo tengamos a nuestro alcance. Como mucho, fabricar los grandes anhelos acompañando las vivencias y las personas que forman parte de éstas (y éstos, los sueños).

Aún estás a tiempo de construir.


Hay otro fallo del que no te he hablado.

Debes vivir cada momento.

De lo contrario tu fin del mundo será muy pobre, y quizá no alcance para que pueda estar relacionado con otros.

Estarás aislado, siendo parte de una historia eterna muy limitada.

¿Eterno y limitado?

Sí.

¿Imaginas pasar tres meses encerrado en casa? Claro que sí.

Ahora imagina una eternidad entre cuatro paredes. Imagina que solo puedes mirar por la ventana a quienes forman parte de tu fin del mundo, sin siquiera poder decirles que estás ahí.

Eternamente.

Esto no es un relato agorero sobre finales; más bien sobre puntos de partida bien alimentados. Tal como eres te recordarán o por el contrario, te olvidarán.


¿Has vivido lo suficiente?

¿Has hecho posibles tus anhelos?

¿Lo has intentado siquiera?


El cuerpo está limitado. La mente no.

Seguro que alguna mañana has despertado recordando un sueño intenso y largo. A veces incluso bonito. 

Eso ocurre en segundos, décimas de segundo.

¿Ves de lo que es capaz la mente?


¿Eres tú capaz de imaginar el momento en que tu cuerpo llegue a su límite físico, y que en ese preciso instante tu mente permanezca eternamente parada en el mundo que has construido? Como una explosión de recuerdos donde ya no exista el tiempo; un fotograma tras otro que, juntos forman la película de tu fin del mundo, proyectando en bucle la existencia que has tenido.

Ahí dejarás de percibir el transcurrir de los días. Serás eterno.

Cuando estés ahí junto a quienes forman parte de tu mundo futuro, y tú a su vez estés en el suyo, se habrá completado la relación. Se habrán unido nuevas cuerdas.

Tu cuerpo ya no estará, pero tu mente seguirá viviendo en ese instante final, para siempre.


¿Qué existencia has tenido?

Las páginas de un libro no se escriben solas.

¿Cuántas personas formarán parte de esa ciudad por descubrir, tu propia Atlantis?

De sueños y delirios también se construyen realidades. Sólo tienes que mirar al presente, enfocar el futuro y enriquecer tu mundo.


Yo te cuento el secreto. 

Tú debes ponerlo en práctica.



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