De arte y musas perdidas

¿Cuándo se fue? ¿Por qué?

Después de tanto tiempo es difícil que pase un día sin que las preguntas acudan a su mente para hacer otra muesca al calendario y recordarle que aún sigue en blanco.
La respuesta es clara, se fue. Dejó yermo el campo donde antes germinaban las palabras, e interpuso un muro demasiado alto para escalarlo; ahora le angustia no saber si han vuelto a brotar porque desde hace mucho tiempo es incapaz de mirar al otro lado.
Quizá se esté haciendo viejo y simplemente es la pereza lo que hace que se resista a intentar trepar. Tal vez ese campo necesitaba un respiro para renovarse y volver a ser fértil, pero el muro sigue ahí... puede verlo alzado imponente burlándose de él un día más, y no hace otra cosa que preguntarse si alguna vez será capaz de saltarlo

A veces se siente fuerte y se acerca para plantarse junto a él; camina siguiendo su trazado mientras roza con la punta de los dedos la superficie, y empieza a sentir poco a poco que una vez más es infranqueable, aflorando la desesperanza donde debería haber determinación; entonces se pregunta de nuevo si volverá alguna vez.

El tiempo es un despiadado enemigo que siempre juega en contra, o casi siempre. Lo único que se puede sacar de él es un poco de experiencia y sabiduría. Hay quien dice que también unas cuantas imágenes del pasado que duelen o alegran aleatoriamente y, que algunas marcas son indelebles, proclamando para siempre la identidad de aquellos que se aventuran a dejar su huella. Y los hay que están por estar, sin más.

A él le duele cada minuto de cada día que pasa sin dibujar el caligrama de su propia huella; sin escribir las líneas que lo componen; caminando lentamente a través de este lado del muro; pero no escribe porque no hay palabras, y no hay palabras porque algo que estaba en su interior ya no está; le falta; como la pequeña pieza central de un engranaje complicado cuyo funcionamiento depende de ésta.
Está vacío, igual que el campo yermo de su inspiración tras la infranqueable muralla que le veda la entrada, y lo peor es que se siente sin ganas de trepar; de intentarlo siquiera.

Todas las líneas que escribió han quedado ya guardadas entre el montón de imágenes que alegran, y tal vez esa sea la paradójica razón de su dolor. Había trazado un camino pero, sin saber cómo, se perdió, o eso piensa mientras busca la respuesta a unas preguntas que quizá nunca debió hacerse porque están mal formuladas.

Las emociones son las musas del alma; también las putas de la creatividad.

Una voz queda le susurra que las musas no existen, que jamás estuvieron, y él no replica, sólo espera y vuelve a errar en cada intento por cruzar al otro lado. No se da cuenta de que expresar es sinónimo de sentir, no de una forma especial; sino sólo sentir. El arte reside ahí. Y que hay muchas maneras de hacer arte, y todas conforman las huellas de los que no quieren estar por estar. 

Lo sabe, pero necesita volver a descubrirlo; solo tiene que mirar a su alrededor para ver que también a este lado del muro hay renglones vacíos esperando ser escritos.

Quizá ya lo haya hecho sin siquiera darse cuenta. 
Tal vez era él quien necesitaba decírselo a sí mismo y demostrarse que las musas no están fuera, sino dentro de uno.

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