Huida hacia ningún lugar
Cientos de voces gritan enloquecidas la histeria de una tradición sangrante, sobre las pisadas marcadas y borradas por el paso de los años, en un suelo encharcado de odio y tortura.
Sus ojos miran en todas direcciones con el corazón bombeando a toda velocidad en un último intento por dotar a su cuerpo de la fuerza suficiente para huir.
Su mente procesa imágenes incomprensibles para él.
¿Qué está ocurriendo?
Las terminaciones nerviosas transmiten a su cerebro impulsos de un sufrimiento atroz, mientras los pulmones se quedan pequeños, resollando cada partícula de oxígeno mezclado de polvo. Incapaz de defenderse, incapaz de suplicar, solamente corre sin descanso; avanza a trompicones, cayendo, levantándose y volviendo a resoplar.
Sus bufidos con lamentos ante tal humillación.
No ataca a pesar de que lo están matando lentamente; con saña. Sólo busca una salida que no existe a través de un amplio campo sin horizonte en el que está llamado a morir.
Desde la lejanía el tumulto se mueve al compás desesperado del terror.
Una danza macabra.
El suelo tiembla de miedo porque una vez más todo se ha vuelto gris, bajo un cielo que hoy no es azul como el resto de los días.
Cada punzada es un paso más hacia la muerte, mientras mil muertes caen sobre su vida, que se escapa lentamente con dolor, lágrimas y más sangre.
No queda dónde dirigir la mirada, no hay salvación y el musculoso e imponente cuerpo queda doblegado e impotente; la resignación es el paso siguiente al dolor y aunque no sabe cómo, sólo desea que todo termine. Sus instintos quieren paz.
¿De qué sirve el coraje ante tal desigualdad?
Sólo hay miedo; oscuridad; gritos; iniquidad.
El tumulto se acerca; sin alma, sin cultura, sin piedad. El suelo tiembla más y entonces su mirada se cruza con la mía un brevísimo instante; el suficiente para marcar a fuego una imagen eterna en mi memoria: sus ojos llenos de amargura, reflejo de una mente ya aturdida y triste por haber venido a un mundo poblado de irracionalidad.
Doy la vuelta y me alejo, con los ojos llenos de lágrimas, reflejo de mi alma entristecida por ser parte de una especie abominable.
Su último resuello se pierde entre los gritos salvajes y las lanzas chorreantes.
El suelo se ha vuelto a teñir de rojo, y en el inmenso charco sobre el que descansa el cuerpo ya sin vida, nadie es capaz de percatarse de que además de sangre, también hay lágrimas de toro.
Sus ojos miran en todas direcciones con el corazón bombeando a toda velocidad en un último intento por dotar a su cuerpo de la fuerza suficiente para huir.
Su mente procesa imágenes incomprensibles para él.
¿Qué está ocurriendo?
Las terminaciones nerviosas transmiten a su cerebro impulsos de un sufrimiento atroz, mientras los pulmones se quedan pequeños, resollando cada partícula de oxígeno mezclado de polvo. Incapaz de defenderse, incapaz de suplicar, solamente corre sin descanso; avanza a trompicones, cayendo, levantándose y volviendo a resoplar.
Sus bufidos con lamentos ante tal humillación.
No ataca a pesar de que lo están matando lentamente; con saña. Sólo busca una salida que no existe a través de un amplio campo sin horizonte en el que está llamado a morir.
Desde la lejanía el tumulto se mueve al compás desesperado del terror.
Una danza macabra.
El suelo tiembla de miedo porque una vez más todo se ha vuelto gris, bajo un cielo que hoy no es azul como el resto de los días.
Cada punzada es un paso más hacia la muerte, mientras mil muertes caen sobre su vida, que se escapa lentamente con dolor, lágrimas y más sangre.
No queda dónde dirigir la mirada, no hay salvación y el musculoso e imponente cuerpo queda doblegado e impotente; la resignación es el paso siguiente al dolor y aunque no sabe cómo, sólo desea que todo termine. Sus instintos quieren paz.
¿De qué sirve el coraje ante tal desigualdad?
Sólo hay miedo; oscuridad; gritos; iniquidad.
El tumulto se acerca; sin alma, sin cultura, sin piedad. El suelo tiembla más y entonces su mirada se cruza con la mía un brevísimo instante; el suficiente para marcar a fuego una imagen eterna en mi memoria: sus ojos llenos de amargura, reflejo de una mente ya aturdida y triste por haber venido a un mundo poblado de irracionalidad.
Doy la vuelta y me alejo, con los ojos llenos de lágrimas, reflejo de mi alma entristecida por ser parte de una especie abominable.
Su último resuello se pierde entre los gritos salvajes y las lanzas chorreantes.
El suelo se ha vuelto a teñir de rojo, y en el inmenso charco sobre el que descansa el cuerpo ya sin vida, nadie es capaz de percatarse de que además de sangre, también hay lágrimas de toro.
Comentarios
Un besito.
Muchos besitos.
mucho las lágrimas del
toro.
Lo has expresado muy bien.
Besos.
Roxanne
Me ha encantado!
Besicos
Hay que evolucionar, expandir la mente y los puntos de mira... hacerse más humanos, y no menos.
Esa mirada... nos debería recordar nuestros miedos y nuestra razón.
Parece un relato de terror, y ciertamente lo es, con su agonía.
Saludos, Oscar.
Qué bien lo cuentas todo...
Besos!
Precioso, enorme entrada!!
Un besote enormemente enorme
Bonito nuevo look
Un besazo!