¿Jugamos? (parte II)

¿Jugamos? (parte I)

No nos alejamos mucho, pero el lugar que eligió era perfecto; dentro del propio recinto de la piscina, junto a una pequeña balaustrada de piedra, bajo el ramaje de un árbol y en absoluta oscuridad. Desde allí podíamos verlos a todos. Se acercó aún más, pegando su cuerpo al mío y me volvió a hablar al oído:
Tranquilo, ellos no pueden vernos...

Sin siquiera mirar, agarró el cordón de mi bañador y tiró de mí dando unos pasos hacia atrás apoyándose en la balaustrada, que parecía estar hecha a nuestra medida. Mantuvo cogido el cordón, jugueteando con él mientras me miraba a los ojos sonriendo, sin decir nada.
La cogí por la cintura acariciando suavemente hacia sus caderas, serpenteando con los dedos alrededor de la cuerdecilla que ataba su bikini, imaginando desatarlo lentamente y disfrutando del momento... acercándome poco a poco a su cara hasta sentir el calor de su respiración excitada golpear sedosamente mi mejilla.

El tiempo transcurriría sin dejarnos pensar en nada más porque no había prisa, aunque sí muchas ganas; así que me acerqué aún más hasta pegar los labios a su cara y le susurré: me encantas.
Me encantaba toda ella; su espontaneidad, su rostro alegre, su sonrisa, su cuerpo y la situación de aparente intimidad en la que estábamos.
Deslizó ambas manos por mi cintura entrecruzando los dedos detrás y atrayendo mi cuerpo hacia el suyo hasta que estuvimos pegados... haciéndome sentir su pecho aún humedecido por el bikini. Esta vez acerqué mi boca a la suya y la besé, saboreando sus labios intensamente, apretando sus caderas y abalanzándome aún más hacia ella para sentir su piel morena, calentada al sol, calentándose en la oscuridad de aquel rincón con el roce de mi cuerpo, y haciéndome arder.

La música permanecía en segundo plano; la gente a sólo unos metros, y nosotros, invisibles a su vista continuábamos cruzando labios y lenguas, respirándonos, recorriéndonos con las manos y sintiéndonos con toda la piel casi desnuda.
Sin despegarme de su boca busqué en su espalda los nudos que ataban el sujetador; muy lentamente los deshice, dejándolo suelto... y me separé de ella levemente permitiendo que cayese y contemplando como se deslizaba hacia abajo, mostrando lo que hasta ahora solo había podido imaginar... y sentir en mi piel.

La volví a besar, y continué rozando mis labios por su mejilla, deslizándolos hacia su cuello y dando pequeños y suaves mordiscos entre éste y sus hombros... para bajar muy poco a poco, tatuando los labios en su piel hasta llegar a su pecho; suave, terso, frío... delicioso.
Introdujo sus dedos en mi pelo y suspiró al sentir mi lengua recorrerla de lado a lado, jugando, disfrutando. Rodeé con mi lengua cada pezón, juntando los labios alrededor y sorbiendo delicadamente, suspirando, y recorriendo sus caderas con mis dedos.
De nuevo busqué los nudos... pero esta vez los que ataban sus braguitas a ambos lados, y con precisión milimétrica los dehice tirando de ellos a la vez mientras seguía recreándome en su pecho. Ella se dejaba hacer contemplando la escena desde arriba, apoyada en la piedra y suspirando.
La tenía, ahora sí, desnuda ante mí, mirándome y sonriendo de nuevo.

Me levanté abrazándola y la alcé para sentarla de forma que sus piernas quedaban a ambos lados de mis caderas. El roce de mi bañador hacía que su piel se erizase por la humedad; volvió al cordón que ataba éste y, deslizando ambas manos tiró de él muy despacio hasta que el nudo estuvo deshecho... introdujo los dedos poco a poco desde el borde mientras me mostraba la lengua divertida, guiñándome un ojo; jugueteó durante un instante y comenzó a bajar el bañador con mucho cuidado hasta que cayó al suelo por su propio peso, diciéndome al oído: Ya estamos igual.

El efecto fue inmediato; la altura justa; y el morbo de la situación implacable. Eché un paso adelante obligándola a abrir un poco más las piernas, sintiendo en sus muslos el roce de los mios, la volví a coger por la cintura, pegué mi pecho al suyo y abrí los labios para posarlos sobre los suyos, todo a la misma vez, y haciéndola sentir de forma simultánea que me abría paso hacia sus caderas, muy lentamente, como otro pequeño juego, dejando que notase mi erección posarse entre sus ingles, que la sintiese palpitar en su piel al tiempo que la seguía besando y acariciando con todo mi cuerpo.

La tensión y el calor que estábamos acumulando aumentaban, desnudos en aquella posición sin dejar de recorrernos con las manos, de rozarnos con los cuerpos y comernos con ansia; las pulsaciones aceleraban a un ritmo atronador; nuestra actividad se hacía ligera, impaciente.
Con un leve movimiento de cadera busqué hasta notar el punto exacto donde confluyen todas y cada una de las palpitaciones e impulsos eléctricos del cuerpo... y comencé a acariciar su clítoris con mi glande, en movimientos pausados, acompasados, rítmicos y coordinados con mis manos, que tocaban toda su piel erizada mientras nuestros oídos percibían la melodía de respiraciones extasiadas.

Aquella deliciosa tortura nos mantenía en un mundo aparte donde no existía nada más que nosotros dos y nuestra locura.
Sus jadeos me insinuaban que estaba al límite; detuve mi movimiento para buscar de nuevo, esta vez un poco más abajo, sintiendo la lubricación de su vagina, y adelanté mi pélvis muy lentamente para notar como ella iba abriéndome paso, penetrando poco a poco entre sus piernas, recibiéndome con todo su cuerpo mientras la besaba con más ansia y nos gemíamos mutuamente.
Sus uñas se clavaban en mi espalda empujándome hacia ella para sentirme plenamente. Las paredes de su interior palpitaban mientras se abrían sintiendo la fricción de mi empuje, y yo palpitaba dentro de ella...
Me quedé unos segundos sin moverme, percibiendo su corazón desbocado y entre jadeos acertó a susurrarme: me estoy volviendo loca.
Lo cierto es que nos estaba volviendo locos el hecho de estar absolutamente pegados, sin permitir un milímetro entre ambos, notando el sudor resbalar por nuestros cuerpos, mezclando el sabor lascivo de nuestras lenguas...

Y volví a separarme despacio de ella para comenzar el movimiento rítmico de mi cadera entre sus piernas, y sus uñas volvieron a mi espalda en su excitación descontrolada para tratar de controlarme, pero el cadencioso baile continuaba aumentando al compás de los gemidos, amortiguados por la música de la piscina: una, dos, tres... por cada embestida un suspiro; los ojos cerrados y las lenguas juguetonas; hambrientas.
La tensión estaba al límite, pero no quería terminar tan pronto ese placer que nos mantenía en vilo, así que me detuve y le dije al oído: quiero que te des la vuelta.

No respondió; simplemente bajó las piernas, se puso en pie y me dio la espalda, apoyándose en la balaustrada y mirando hacia atrás de reojo sonriéndome, esa eterna sonrisa en su cara.
Posé mis manos en su espalda, descendí suavemente con ellas por sus caderas y acercándome, volví a penetrarla muy despacio, agarrándola fuerte, clavándole esta vez yo mis uñas para atraerla hacia mi y guiarla en mis movimientos.
Los músculos de su cuerpo se pusieron rígidos, sus gemidos se volvieron más intensos y sus manos apretaron con fuerza la piedra...

Continué acelerando, haciendo chocar mis caderas contra sus nalgas; sintiendo mi piel erizada; mis propios músculos convulsionados y un electrizante cosquilleo que me recorría por completo hasta estallar intensamente. Ella quedó en silencio por unos segundos aguantando la respiración; sus piernas temblaban a cada movimiento, perdiendo la fuerza por momentos e incluso el equilibrio.
Su orgasmo se transmitió a mi cuerpo que reaccionó del mismo modo y me hizo explotar vaciando toda la tensión acumulada y sintiendo como la inundaba, mientras aún permanecía callada, luchando por mantener el equilibrio, apoyándose toda ella hacia delante y agarrándose con todas sus fuerzas.
Vibrábamos juntos al ritmo cada vez más acelerado del placer que nos mantenía absortos en aquel momento... sin querer gritar pero deseando hacerlo; contrayendo involuntariamente cada músculo cientos de veces por segundo; deshinibidos por completo; sintiendo fluir la energía descontrolada de ese orgasmo que no tenía fin.

Y durante unos segundos todo desapareció, quedamos suspendidos y solamente hubo silencio...

Tras todo esto nos erguimos, se volvió hacia mi apoyándose atrás y la abracé queriendo seguir disfrutando de aquel momento.

-¿Querrás volver a jugar conmigo?
-Cuando quieras.

Comentarios

La Rizos ha dicho que…
hmmm ^^
No hay mejor forma de empezar la temporada de calor! ;)

(Un besazo gigante)
Mixha Zizek ha dicho que…
un buen relato para comenzar mis lecturas blogeras, besos hermoso
Pins baratos ha dicho que…
Buen blog y muy buena entrada.

Saludos.
pearcing ha dicho que…
mmmmmmm... bonito relato!;P
besos

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