Muñeca
1. El nacimiento del niño robot.
2. El despertar de un monstruo.
3. La sala de los juguetes.
4. Alicia
5. Muñeca.
2. El despertar de un monstruo.
3. La sala de los juguetes.
4. Alicia
5. Muñeca.
La miró pensando que estaba más bonita que nunca.
Las luces y sombras resaltaban la candidez de su rostro aún humedecido por las lágrimas que poco a poco se desvanecían; tenía sin duda una piel hermosa, tersa, suave.
Sintió que podría permanecer de forma indefinida en esa posición, sin dejar de contemplarla; elaborando un mapa mental de cada milímetro de su preciosa cara, rasgo a rasgo; recorriendo con la mirada los pequeños labios, imaginando la dulzura de un cariñoso beso; dibujando redondeados los pómulos junto al contorno de una nariz sencilla, flanqueada por sus ojitos durmientes de princesa, sobre los que se elevaban como finísimos plumajes unas pestañas que cortaban el alma. Y sobre la frente el sedoso cabello desordenado que la hacía parecer una muñeca.
Fue entonces cuando pensó que no podía dejar que se perdiera la suntuosidad de sus facciones, y se dispuso a aprender algo que aún no conocía: el arte de embalsamar.
Sería una princesa convertida en muñeca; preciosa e imperecedera.
Las luces y sombras resaltaban la candidez de su rostro aún humedecido por las lágrimas que poco a poco se desvanecían; tenía sin duda una piel hermosa, tersa, suave.
Sintió que podría permanecer de forma indefinida en esa posición, sin dejar de contemplarla; elaborando un mapa mental de cada milímetro de su preciosa cara, rasgo a rasgo; recorriendo con la mirada los pequeños labios, imaginando la dulzura de un cariñoso beso; dibujando redondeados los pómulos junto al contorno de una nariz sencilla, flanqueada por sus ojitos durmientes de princesa, sobre los que se elevaban como finísimos plumajes unas pestañas que cortaban el alma. Y sobre la frente el sedoso cabello desordenado que la hacía parecer una muñeca.
Fue entonces cuando pensó que no podía dejar que se perdiera la suntuosidad de sus facciones, y se dispuso a aprender algo que aún no conocía: el arte de embalsamar.
Sería una princesa convertida en muñeca; preciosa e imperecedera.
Cuando Sami apartó la mirada, Alicia tuvo la certidumbre de que no todo estaba perdido. Su instinto le acababa de dar un toque de atención; no estaba ante un demente incapaz de razonar. Ese gesto le confirmó que en su interior había un ser humano, vulnerable como cualquier otro.
Tenía que reaccionar en ese preciso instante.
-Sami, por favor, mírame.
Éste apretó los puños, respiró profundamente y cerró los ojos girando la cabeza.
Al ver la reacción se armó de valor con una creciente esperanza.
-Por favor. No tienes que decir nada. Sólo mírame a los ojos.
El desconcierto se apoderó visiblemente de cada gesto del niño robot; inquieto, frunciendo el ceño y paseando la mirada alrededor de ésta sin llegar a fijarla en sus ojos.
-Por favor, Sami -esta vez puso en su voz el tono más dulce que fue capaz-. Siempre fuiste un chico tímido con cara bondadosa. Nunca te ví hacer daño a nadie. No te merecías lo que te hicieron -estaba segura de que ese sería el punto débil.
Él se giró dando la espalda a Alicia, bajando la cabeza. Levantó sus manos colocándolas abiertas frente a él y las contempló largamente. Ella permaneció en silencio, dejando que sus palabras hiciesen efecto.
-No te imaginas por lo que he pasado -dijo al fin Sami sin dejar de mirar sus manos. Su voz ahora sonaba calmada, madura y con una tristeza sobrecogedora-. No sabes lo que es despertar cada día y que se te venga el mundo encima pensando en el infierno que te espera en el colegio. Quitarte el pijama con las primeras lágrimas acompañando al alba mientras me vestía y me colocaba mi pesada cruz con la que habría de caminar, día a día por el mismo trayecto; las mismas miradas y burlas; los mismos empujones, risas e insultos.
No puedes hacerte una idea de lo que es ver a tus padres mirándote con pena. Escuchar a tu madre llorar porque te ha visto llorar a tí minutos antes; pero sobre todo la imagen de impotencia y culpa en sus ojos.
Que te traten con un cariño especial para tratar de compensar los odios recibidos durante el día. Ser objeto de penas e insidias enfrentadas.
No sabía lo que era sonreír porque cuando los niños se burlaban de mí, lloraba, y cuando mis padres me abrazaban y besaban, también lloraba. Distintos unos de otros, pero llantos al fin y al cabo.
No sé lo que es jugar en un recreo, pues cada día tenía que buscar un sitio donde pasar desapercibido; solo; como un animal ocultándose entre la maleza con tal de huir de los cazadores que iban en mi busca expresamente para divertirse conmigo. Un animal herido, cojo. Cada día planeaban una nueva estrategia para darme caza; me esperaban a la salida, se ocultaban para saltar sobre mí y acorralarme. A veces los profesores me protegían; y de nuevo hacía acto de presencia la pena; pero no podían estar siempre pendientes de mi, y aquellos permanecían al acecho aprovechando la más mínima oportunidad de comenzar de nuevo el escarnio.
Los niños son muy crueles. En el colegio no había pardillos porque toda la crueldad se centraba en mí. Solamente los que eran mayores que yo se apiadaban a veces y me defendían. Hasta los niños pequeños reían al verme pasar y se inventaban todo tipo de motes a mi espalda.
Salir del colegio se convertía en el camino de vuelta hacia la ansiada soledad, la única paz que conocía, mi mejor amiga. Pero antes tenía que pasar de nuevo por mi particular calvario; solo que éste no acababa en una crucifixión, sino que comenzaba de nuevo al día siguiente, para seguir y seguir menoscabando poco a poco mi estima, mi amor; absolutamente todos los buenos pensamientos y sentimientos que pudiese albergar.
Mi vida era una constante humillación.
Ahora dime: ¿Hasta qué punto tiene que calar la desesperación de un niño para llegar a plantearse el suicidio con tan solo doce o trece años?
Finalmente dejé de llorar porque mi propia autoestima había quedado destruida. Abandoné la búsqueda de las razones por las que me había tocado vivir así y comencé a mirar el mundo desde otro punto de vista; cada lágrima antes derramada, ahora permanecía dentro de mí llenando lentamente la paciencia de lo que se supone, debía haber sido un niño y no lo fue.
No sabes lo que es llorar varias veces al día, al principio de incomprensión; más tarde de impotencia y tristeza; finalmente de rabia.
El tormento más grande que pueda yo ahora infligir, será tan solo una ínfima parte de lo que he padecido durante años.
Se hizo un silencio tenso. Alicia siguió contemplando al niño robot con los ojos empañados sin entender muy bien lo que acababa de ocurrir. Finalmente volvió a decir:
-Sami, mírame. Yo no soy como los demás. Nunca lo fui y lo sabes.
Éste se dio la vuelta y por fin la miró para contemplar las lágrimas en sus ojos, percatándose ella de que él también lloraba.
Tenía que reaccionar en ese preciso instante.
-Sami, por favor, mírame.
Éste apretó los puños, respiró profundamente y cerró los ojos girando la cabeza.
Al ver la reacción se armó de valor con una creciente esperanza.
-Por favor. No tienes que decir nada. Sólo mírame a los ojos.
El desconcierto se apoderó visiblemente de cada gesto del niño robot; inquieto, frunciendo el ceño y paseando la mirada alrededor de ésta sin llegar a fijarla en sus ojos.
-Por favor, Sami -esta vez puso en su voz el tono más dulce que fue capaz-. Siempre fuiste un chico tímido con cara bondadosa. Nunca te ví hacer daño a nadie. No te merecías lo que te hicieron -estaba segura de que ese sería el punto débil.
Él se giró dando la espalda a Alicia, bajando la cabeza. Levantó sus manos colocándolas abiertas frente a él y las contempló largamente. Ella permaneció en silencio, dejando que sus palabras hiciesen efecto.
-No te imaginas por lo que he pasado -dijo al fin Sami sin dejar de mirar sus manos. Su voz ahora sonaba calmada, madura y con una tristeza sobrecogedora-. No sabes lo que es despertar cada día y que se te venga el mundo encima pensando en el infierno que te espera en el colegio. Quitarte el pijama con las primeras lágrimas acompañando al alba mientras me vestía y me colocaba mi pesada cruz con la que habría de caminar, día a día por el mismo trayecto; las mismas miradas y burlas; los mismos empujones, risas e insultos.
No puedes hacerte una idea de lo que es ver a tus padres mirándote con pena. Escuchar a tu madre llorar porque te ha visto llorar a tí minutos antes; pero sobre todo la imagen de impotencia y culpa en sus ojos.
Que te traten con un cariño especial para tratar de compensar los odios recibidos durante el día. Ser objeto de penas e insidias enfrentadas.
No sabía lo que era sonreír porque cuando los niños se burlaban de mí, lloraba, y cuando mis padres me abrazaban y besaban, también lloraba. Distintos unos de otros, pero llantos al fin y al cabo.
No sé lo que es jugar en un recreo, pues cada día tenía que buscar un sitio donde pasar desapercibido; solo; como un animal ocultándose entre la maleza con tal de huir de los cazadores que iban en mi busca expresamente para divertirse conmigo. Un animal herido, cojo. Cada día planeaban una nueva estrategia para darme caza; me esperaban a la salida, se ocultaban para saltar sobre mí y acorralarme. A veces los profesores me protegían; y de nuevo hacía acto de presencia la pena; pero no podían estar siempre pendientes de mi, y aquellos permanecían al acecho aprovechando la más mínima oportunidad de comenzar de nuevo el escarnio.
Los niños son muy crueles. En el colegio no había pardillos porque toda la crueldad se centraba en mí. Solamente los que eran mayores que yo se apiadaban a veces y me defendían. Hasta los niños pequeños reían al verme pasar y se inventaban todo tipo de motes a mi espalda.
Salir del colegio se convertía en el camino de vuelta hacia la ansiada soledad, la única paz que conocía, mi mejor amiga. Pero antes tenía que pasar de nuevo por mi particular calvario; solo que éste no acababa en una crucifixión, sino que comenzaba de nuevo al día siguiente, para seguir y seguir menoscabando poco a poco mi estima, mi amor; absolutamente todos los buenos pensamientos y sentimientos que pudiese albergar.
Mi vida era una constante humillación.
Ahora dime: ¿Hasta qué punto tiene que calar la desesperación de un niño para llegar a plantearse el suicidio con tan solo doce o trece años?
Finalmente dejé de llorar porque mi propia autoestima había quedado destruida. Abandoné la búsqueda de las razones por las que me había tocado vivir así y comencé a mirar el mundo desde otro punto de vista; cada lágrima antes derramada, ahora permanecía dentro de mí llenando lentamente la paciencia de lo que se supone, debía haber sido un niño y no lo fue.
No sabes lo que es llorar varias veces al día, al principio de incomprensión; más tarde de impotencia y tristeza; finalmente de rabia.
El tormento más grande que pueda yo ahora infligir, será tan solo una ínfima parte de lo que he padecido durante años.
Se hizo un silencio tenso. Alicia siguió contemplando al niño robot con los ojos empañados sin entender muy bien lo que acababa de ocurrir. Finalmente volvió a decir:
-Sami, mírame. Yo no soy como los demás. Nunca lo fui y lo sabes.
Éste se dio la vuelta y por fin la miró para contemplar las lágrimas en sus ojos, percatándose ella de que él también lloraba.
Comentarios
Durante el próximo mes (o dos) postearé menos frecuentemente (tal vez una vez a la semana).
Siento no comentar tan a menudo en vuestros blogs pero os prometo que sigo leyéndoos siempre que puedo. Ando bastante liado ahora.
Un abrazo enorme a tod@s. Y gracias por seguir leyéndome.
La historia continúa...
Intentaremos soportar tu ausencia, aunque sea duro y doloroso... xD
Muaks!
Muchos besos.
Un besito.
Y buen relato, sabes cargar la tensión in crecendo...
Besicos
En fin, el caso es que toy enganchá a la saga...
Espero que tanto lío sea para bien!!Un besote enormemente enorme
Un besote Oscar. Se te echará de menos.
Dios los crea y ellos se juntan. ¿Y qué crias pueden salir de este cruce?
Lo sé... tendré que esperar.
Y no hace falta pedir disculpas. Todos los que tenemos blogs sabemos que hay épocas y épocas.
Besos.
Miedo me da que no haya sangre en esta entrada, creo que en la próxima vamos a tener que agarrarnos a la silla, jeje.
Espero la continuación :)
Un besito!
yo creo q va a leer en las lagrimas de ella el amor...mas q la piedad
porq si vuelve a sentir q esas lagrimas son por lastima
se va a cabrear
un saludo
y como siempre
me encanta...
Dato curioso
la palabra de verificacion es
HIPEABLE
Y que te vaya bien con tus líos liosos. Te esperamos ansiosos.
Besazo!
Besos.
Ya extrañaba leerte.
Un beso
corazón, donde antes había odio y venganza ahora va haber un poco de amor.
Un beso OSCAR y a seguir practicando tu imaginación.
Referente a las tardanzas y ausencias, Oscar, las prioridades lo son. Espero que ellas te sean provechosas, aquí seguiré...
Una sonrisa, un abrazo.
besitossss carita de muñeco...
Un besazo!
Un abrazo a tod@s