Perdida en mi mente
Era la primera vez que experimentaba esa extraña sensación; también fue la primera que pude sentir lo que creo que debe ser eso a lo que llamamos infierno.
Nunca me hubiese imaginado a mí mismo comportándome de esa manera, y aún hoy soy incapaz de encontrar una explicación racional.
Desperté y miré el reloj; inmediatamente me levanté con el pulso acelerado y dando trompicones me vestí. Sin salir de la habitación eché un vistazo alrededor, confuso. Algo me decía que no debía estar allí en ese momento, pero mis neuronas eran incapaces de transmitir impulsos; me dolía detrás de la cabeza, la noche anterior me estaba pasando factura.
Cogí el móvil y busqué en la agenda para llamar a Ángela, necesitaba verla. Sin embargo no encontré su número, o lo había apuntado mal. La noche anterior había vuelto a nacer y mi estado de ánimo no podía ser mejor, a pesar de que en ese momento me sentía aturdido y desorientado; me dirigí al baño, bajé la cabeza y entre sonrisas vomité hasta vaciarme.
Fui caminando hasta su casa, llamé al timbre un par de veces y al rato sonó una voz cansada que me aseguró hasta la saciedad que allí no vivía Ángela, y que no le sonaba ese nombre de nada. Lo intenté en el piso de arriba, pero más de lo mismo.
Con los nervios ahogándome salí a la acera, miré hacia el edificio y eché un vistazo a ambos lados de la calle; estaba convencido de que tan solo unas horas antes había estado allí, despidiendo a Ángela, abrazándola y besando sus deliciosos labios cuyo recuerdo me quemaba las entrañas; allí, en ese mismo portal la observé mientras cerraba la puerta y me decía adiós con un sensual gesto. No podía creer que me hubiese engañado de esa forma, pero tenía la certeza de que fue en aquel lugar donde me despedí de ella. Mientras trataba de recordar me vino una arcada y estuve a punto de volver a vomitar en medio de la calle.
Empecé a caminar sin rumbo con un único pensamiento: ¿por qué me había hecho eso? Poco después me detuve ante otra posibilidad aún más horrible: ¿lo había soñado? Sin embargo era imposible, había bebido pero lo recordaba todo con claridad, esas cosas no se olvidan. Incluso antes de dormir me dije que nunca dejaría escapar a esa chica.
Tenía que encontrarla, aunque la única información que tenía era un supuesto número de teléfono que no encontraba en mi agenda y una dirección en la que a nadie le sonaba el nombre de Ángela.
El primer paso fue sentarme en un banco y recorrer uno a uno todos los números de mi móvil por si lo había apuntado con otro nombre: no hubo suerte; después anduve por todas las calles adyacentes, ampliando posteriormente el círculo de búsqueda. Finalmente volví abatido, con el sol enviando sus últimas luces y los pies destrozados. Una vez en casa me conecté a Internet para buscar en los directorios telefónicos alguna Ángela que viviese por la zona, y de nuevo acabé frustrado.
Pasé toda la noche frente a la pantalla del ordenador pensando qué hacer o cómo buscarla. Al día siguiente era incapaz de centrarme en el trabajo; por la tarde me ausenté sin llamar siquiera para dar una explicación; esa noche tampoco dormí.
¿Qué me has hecho Ángela? ¿Por qué deseo tanto a una mujer con la que no sé si estuve en realidad o en mis sueños?
Sólo me había dejado un nombre, un recuerdo y una herida que me estaba consumiendo la vida.
Cada vez tomaba más fuerza la idea de que todo había sido producto de mi imaginación: su cara, su cuerpo, sus labios y hasta su voz; después llegué a desearlo con toda mi alma. No podía olvidarla y su recuerdo me dolía, me quitaba el sueño, el hambre, las fuerzas y la existencia.
En varios días no conseguí dormir más de tres horas. La persona que vivía en mi casa no era yo, sino un fantasma que vagaba sin rumbo de un lado a otro. Trataba de auto convencerme de que todo había sido un sueño; me recriminaba por ser tan estúpido; por haberme obsesionado hasta ese extremo con una mujer inexistente; incluso el pequeño resquicio de sensatez que aún me quedaba no podía creer que el resto de mí estuviese actuando de esa manera.
Ya no sabía si me dolía más asumir la realidad de lo que había ocurrido o el hecho de que hubiese caído en la desesperación hasta tal punto. Me sentía humillado y doblegado por una ilusión que se hizo añicos desde el primer momento.
¿Qué pensaría Freud de todo esto?
Tras varias semanas en las que lentamente iba volviendo a la normalidad, pensaba en aquello y lo veía lejano e imposible. Había vivido un tiempo enajenado por culpa de lo que ya no tenía claro si había sido un dulce delirio o una horrible pesadilla.
El dolor de su recuerdo se volvía más soportable; el recuerdo de una diosa que entró en mi mente como un huracán y trastocó mi vida entera sin piedad; que me hizo subir al cielo por unos instantes para precipitar todo mi ser hasta un infierno oscuro.
Todo había acabado al fin.
Algún tiempo después, una mañana lluviosa, mientras miraba tranquilo las gotas posarse en la ventana, recibí una llamada: era Ángela.
Nunca me hubiese imaginado a mí mismo comportándome de esa manera, y aún hoy soy incapaz de encontrar una explicación racional.
Desperté y miré el reloj; inmediatamente me levanté con el pulso acelerado y dando trompicones me vestí. Sin salir de la habitación eché un vistazo alrededor, confuso. Algo me decía que no debía estar allí en ese momento, pero mis neuronas eran incapaces de transmitir impulsos; me dolía detrás de la cabeza, la noche anterior me estaba pasando factura.
Cogí el móvil y busqué en la agenda para llamar a Ángela, necesitaba verla. Sin embargo no encontré su número, o lo había apuntado mal. La noche anterior había vuelto a nacer y mi estado de ánimo no podía ser mejor, a pesar de que en ese momento me sentía aturdido y desorientado; me dirigí al baño, bajé la cabeza y entre sonrisas vomité hasta vaciarme.
Fui caminando hasta su casa, llamé al timbre un par de veces y al rato sonó una voz cansada que me aseguró hasta la saciedad que allí no vivía Ángela, y que no le sonaba ese nombre de nada. Lo intenté en el piso de arriba, pero más de lo mismo.
Con los nervios ahogándome salí a la acera, miré hacia el edificio y eché un vistazo a ambos lados de la calle; estaba convencido de que tan solo unas horas antes había estado allí, despidiendo a Ángela, abrazándola y besando sus deliciosos labios cuyo recuerdo me quemaba las entrañas; allí, en ese mismo portal la observé mientras cerraba la puerta y me decía adiós con un sensual gesto. No podía creer que me hubiese engañado de esa forma, pero tenía la certeza de que fue en aquel lugar donde me despedí de ella. Mientras trataba de recordar me vino una arcada y estuve a punto de volver a vomitar en medio de la calle.
Empecé a caminar sin rumbo con un único pensamiento: ¿por qué me había hecho eso? Poco después me detuve ante otra posibilidad aún más horrible: ¿lo había soñado? Sin embargo era imposible, había bebido pero lo recordaba todo con claridad, esas cosas no se olvidan. Incluso antes de dormir me dije que nunca dejaría escapar a esa chica.
Tenía que encontrarla, aunque la única información que tenía era un supuesto número de teléfono que no encontraba en mi agenda y una dirección en la que a nadie le sonaba el nombre de Ángela.
El primer paso fue sentarme en un banco y recorrer uno a uno todos los números de mi móvil por si lo había apuntado con otro nombre: no hubo suerte; después anduve por todas las calles adyacentes, ampliando posteriormente el círculo de búsqueda. Finalmente volví abatido, con el sol enviando sus últimas luces y los pies destrozados. Una vez en casa me conecté a Internet para buscar en los directorios telefónicos alguna Ángela que viviese por la zona, y de nuevo acabé frustrado.
Pasé toda la noche frente a la pantalla del ordenador pensando qué hacer o cómo buscarla. Al día siguiente era incapaz de centrarme en el trabajo; por la tarde me ausenté sin llamar siquiera para dar una explicación; esa noche tampoco dormí.
¿Qué me has hecho Ángela? ¿Por qué deseo tanto a una mujer con la que no sé si estuve en realidad o en mis sueños?
Sólo me había dejado un nombre, un recuerdo y una herida que me estaba consumiendo la vida.
Cada vez tomaba más fuerza la idea de que todo había sido producto de mi imaginación: su cara, su cuerpo, sus labios y hasta su voz; después llegué a desearlo con toda mi alma. No podía olvidarla y su recuerdo me dolía, me quitaba el sueño, el hambre, las fuerzas y la existencia.
En varios días no conseguí dormir más de tres horas. La persona que vivía en mi casa no era yo, sino un fantasma que vagaba sin rumbo de un lado a otro. Trataba de auto convencerme de que todo había sido un sueño; me recriminaba por ser tan estúpido; por haberme obsesionado hasta ese extremo con una mujer inexistente; incluso el pequeño resquicio de sensatez que aún me quedaba no podía creer que el resto de mí estuviese actuando de esa manera.
Ya no sabía si me dolía más asumir la realidad de lo que había ocurrido o el hecho de que hubiese caído en la desesperación hasta tal punto. Me sentía humillado y doblegado por una ilusión que se hizo añicos desde el primer momento.
¿Qué pensaría Freud de todo esto?
Tras varias semanas en las que lentamente iba volviendo a la normalidad, pensaba en aquello y lo veía lejano e imposible. Había vivido un tiempo enajenado por culpa de lo que ya no tenía claro si había sido un dulce delirio o una horrible pesadilla.
El dolor de su recuerdo se volvía más soportable; el recuerdo de una diosa que entró en mi mente como un huracán y trastocó mi vida entera sin piedad; que me hizo subir al cielo por unos instantes para precipitar todo mi ser hasta un infierno oscuro.
Todo había acabado al fin.
Algún tiempo después, una mañana lluviosa, mientras miraba tranquilo las gotas posarse en la ventana, recibí una llamada: era Ángela.
Comentarios
Espero que os haya gustado este delirio que escribí para la web de Autores Reunidos.
Un Abrazo.
Se me pasó fugazmente la idea de que tal vez rescatases la historia de una entrada antigua, pero todo se aclaró con la nota que pones al final: Autores reunidos. Claro! te había leído ahí. ;D
Por cierto, la historia, angustiosa. Me ha gustado mucho.
Besicos
"obsesionadooo"con un sueño...un delirio...y cuando menos lo esperas..cuando se haces a la idea de q es un sueño...vuelve a llamar Angela...si es q las mujeres somos asiii...
pd: si es q no se puede beber...q lego se olvidaa tooo...y aun encima te encuentras mal...
pd2: te ayudo a olvidar las penas??te ayudo a olvidar a Angela??jajaja...
pd3: me alegro q hayas rescatado este bonito texto del olvido...
BeSiToSsSsS de EnSuEñO
Me gustó mucho.
Besos
;)
Besos :)
Muchos besos y feliz finde.
mas aun poniéndole música...
esta por ej.:
http://www.youtube.com/watch?v=ZIQh4vW9R-Y&NR=1
un beso...
ALMA
BESOOOSS Y BUEN FINDEEEEEE¡¡¡¡
Creo que las paranoias también son creadas según nuestras necesidades.
Me ha gustado el relato.
Un saludo.
Muy bueno, cielo.
Un beso
Natacha.
lo importante es el final.
Angela existe.
Un abrazo
Me gusta ese desconcierto, esa desorientación.
Besos Oscar.
A mí si me pasa a veces que dudo de si algo lo he vivido o lo he soñado. La realidad puede ser taaaaaaan surrealista...
Por cierto, gracias por descubrirme a Beabiofrutas, me encanta!
Quiero saberlo!!jeje
Saludos!
ya estaba angustiadísima...
Nada peor que tener muchas preguntas sin la posibilidad de obtener respuestas...
Redondo texto, como siempre, Oscar!! Un besazo.
Un beso.
La desorientación está patente en todo el relato.
Bss. Nos vemos ¿si?
A veces nos quedamos colgados sencillamente de una mirada. ¿Como no hacer lo mismo cuando son tantos los recuerdos que habitan en la mente?
Un besote Oscar.
Me ha gustado mucho.
Un beso Oscar, cuidate
Muy lindo tu delirio.Suerte con Ángela.
Un saludo,tienes un blog estupendo,volveré.
Al menos desperto y volvio a la realidad...
Un besito y una estrella.
Mar
"un dulce delirio o una horrible pesadilla"
me encanto!!saludos!
Ooooye, si quieres saber lo que opinaría Freud, no sé si es él, pero me ha dejado un comentario en el fuerte :) :)
Besos de mira tú por dónde ;) o en dónde :P
Un saludo!
Te sigo!
cuando el huracan ceso, volvio el viento a soplar!
saludillos
y delirio?nada de eso, es magnífico!
Un beso enorme
Besos
Al final es realidad Agua, aunque perfectamente podria haber sido sueño.
Tengo pendiente leer tu historia Marta, pero si es así, seguro que me gusta.
Belén, a saber...
El alcohol es malo Rakel, se hacen cosas de las que luego... jeje.
Uff eso pasa en las noches locas Vicky, que no tenemos altura.
Prácticamente todos los días Marcela.
Claro pati, descolgó jeje.
Gracias Ana.
No está nada mal esa música Alma, la verdad es que le vendría bien.
Gracias Mamen.
Me alegro de que así sea Ramón, te veo por aquí, estaré encantado.
Y si a Ángela no le interesaba llamarle Despe? jeje
Muchas veces sí es así Borderline... las creamos nosotros mismos
Gracias Natacha, fue todo un honor recibirlo.
Después de todo existe Marisa, pero igual es contraproducente para él.
Uno se suele levantar así después de haber bebido unas copas demás Yurena :P
Que todo en la vida es sueño... Cris.
Pueees, esta historia no tiene final Beatríz, acaba así : )
Gracias Lasosita, la mayor angustia es precisamente esa... el desconocimiento.
Lorena, al final se ha pasado jeje.
Mónica, gracias por tu visita, y gracias por tus palabras. Nos vemos por aquí.
Es mucho más complicado cuando todo está en la mente Elen.
La incertidumbre hace pensar que todo era un sueño Lucina, para después dar la vuelta a la tortilla :P
Geni, gracias. Encantado de tenerte por aquí.
Eso parece mar, al final la realidad siempre nos invade, sea buena o mala.
Tornasol, eso es bueno, así no te aburres cuando vienes :P
Me he pasado para visitar a Freud pero me ha dado miedo preguntarle AntWaters jaja, por si la respuesta no me gustaba : )
Gracias otra vez Reina.
Loca de los gatos, muchas gracias por tus palabras. Creo que alguna vez hemos sentido algo parecido,aunque la situación no sea la misma.
Ese es el problema Eugenia. Al parecer tan solo era el ojo del huracán.
Gracias Clarita, así de paso despejo mi mente para más historias.
Una historia de angustia, pero con final feliz (o no tan feliz) Gara.
Un enorme abrazo a tod@s.