De palabras y anhelos

Por cada palabra escrita se leían mutuamente los pensamientos callados.
Cada frase formada de expresiones y anhelos ponía en su cabeza una pizarra en la que trazaban con un orden distinto todos los sentimientos no expresados.
Habían construido su propio lenguaje con el que decir tácitamente todas aquellas cosas que nunca pudieron contarse mirándose a los ojos, porque la única forma que tuvieron de estar uno frente al otro fue a través de las palabras que se escribían.
Él la tuvo presente todos los días, y los días pasaban lentamente por su ausencia. Se amontonaban uno tras otro haciéndole cargar con el peso de cada sentimiento guardado y con la incertidumbre que va erosionando la distancia y el tiempo.
Ella quería salir corriendo en busca del destino que ansiaba su corazón, sin mirar atrás, sin querer pensar que todo camino tiene piedras, y que algunos están cortados por abismos. Todos los días se conformaba con escribir para aplacar su impaciencia y derramar lentamente la pasión que se desbordaba por todos sus poros; escribirle a él. Sentir el sosiego de saber que lo tenía al otro lado, distante pero presente, recibiendo esas palabras que encerraban todas las emociones del mundo, y un deseo ferviente por que éstas fuesen correspondidas para sentir satisfecha durante un tiempo más su adicción por él.

Toda su existencia se reducía a los momentos en que se percibían en la distancia a través de esas frases, sus risas y las bromas que sólo entendían ambos. El resto del tiempo lo pasaban ausentes en su cotidianidad, con el pensamiento puesto en el otro. Un vínculo de anhelo insatisfecho, conformado ante la imposibilidad auto impuesta de llegar a más.
Todo quedaría ahí por sus propias circunstancias.

Querían, pero no podían. Qué rara es la mente humana. Así que fueron limitando sus mensajes a temas sin transcendencia; preguntas repetidas; respuestas desganadas. Todo por evitar la pregunta que permanecía perenne en su cabeza y encerraba todo el anhelo acumulado a lo largo de miles de líneas de conversación mirando la pequeña imagen del otro en la pantalla, y conteniendo el deseo que se tiene cuando la vida te obliga a elegir.

Pero permanecieron unidos a través del hilo que los conectaba, sin llegar a verse jamás, mirando ese avatar que se había convertido en un extraño compañero de viaje e imaginando futuros paralelos donde las líneas de sus tiempos hubiesen transcurrido de una forma distinta.

El castigo de los dudosos es la incertidumbre eterna, y no existe una ventana donde mirar realidades alternativas, tan solo la imaginación y la creatividad para construir posibles.

Él siempre la quiso en sus fantasías y la añoró desde el primer momento por la certidumbre de que nunca la tendría. Renunció porque así debía ser.
Ella lo deseó fervientemente hasta que acabó decepcionada, tras haber luchado y construido en su mente un futuro donde las palabras se las dijesen de frente, mirándose a los ojos; en el que las caricias reales sustituyeran a los momentos de pasión rabiosa que se repetían en su imaginación.

Permanecieron así, preocupados siempre por el devenir de cada momento del otro, tratando de convencerse de que el arrepentimiento es inútil porque el tiempo solo corre en una dirección, y asumiendo cada decisión de su vida como una nueva lección que fortalece y dignifica. 
Y se agarraron con fuerza al hilo que los mantenía unidos para no olvidar que aún permanecía enlazando dos extremos que, aunque siempre separados por una distancia que resultó insalvable, habían estado íntimamente unidos desde el momento en que cruzaron su primera palabra.

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