Rojo carmesí (parte II)

Rojo carmesí (parte I)

Cuando finalmente consiguió abrir los ojos tuvo que adaptar la vista a la tenue luz de la estancia, y volvió a comenzar la pesadilla, mucho más amarga esta vez en cuanto fue consciente de que se encontraba en una bañera llena hielo y agua teñida de color carmesí; a su izquierda, muy cerca había un teléfono; y antes de volver a desmayarse por el miedo y la angustia, pudo, esta vez sí, vaciar sus pulmones gritando al leer el mensaje que le habían dejado escrito en la pared: llama urgentemente a un hospital, no puedes vivir sin riñones...

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El agua prácticamente rebosaba la bañera; cientos de minúsculas gotas salpicaban la pared, deslizándose lentamente por ésta y dejando surcos rosados en su camino descendente, como una pintura macabra compuesta por líneas inconexas y sin sentido.

Todo estaba en silencio; tras el lamento estentóreo que había inundado la estancia segundos antes, hubo un intenso chapoteo y una lucha desequilibrada entre un cuerpo tremendamente débil, herido de muerte, casi inerte, y aquel pozo carmesí convertido en un gélido ataúd. Posteriormente, otra vez el sueño del horror.

El macabro escenario lo conformaba una estampa débilmente iluminada, contrastes de luces y sombras marcados por el blanco límpido de la parte del suelo que quedaba sin salpicar de rojo y los oscuros rincones donde la luz quedaba obstruída.

La puerta entornada del baño comunicaba con una habitación sencilla pero amplia, cuya apariencia no reflejaba en absoluto la escena que había tenido lugar minutos antes. Todo estaba ordenado minuciosamente, y el único indicio de vida, salvo la que se estaba consumiendo poco a poco a tan sólo unos metros, eran unas pequeñas arrugas en la cama.

Cuando Ainara volvió a despertar, todo su sistema nervioso estaba adormecido por la temperatura del agua, aunque la consciencia aún permanecía intacta, infundándole un terror espantoso ante la sentencia de muerte escrita frente a ella.
Ya no sentía escalofríos, habían cesado los espasmos; su piel continuaba palideciendo y la tonalidad azulada de los labios la convertían en un espectro.
Comenzó a experimentar pesadez y sueño.
Trató de levantar el brazo y alcanzar el teléfono que había sobre la mesa junto a la bañera, pero sus músculos no respondían. Hizo varios intentos por moverse, por hacer circular la sangre a través de sus extremidades; forzaba en vano cada parte de su cuerpo que parecía a kilómetros de distancia.
Notaba levemente el cosquilleo sus propias lágrimas resbalar por su cara, cada vez más entumecida, que se acumulaban al final de ésta, hasta caer formando minúsculas olas saladas en un mar helado.

Moría por momentos; le abandonaban los sentidos transportándola al estado de confusión y calma del que acababa de salir para no volver, y no podía siquiera elevar la voz de nuevo para pedir ayuda.

Es difícil prever la forma en que transcurren las cosas a nuestro alrededor.
Fue imposible para Ainara lograr alcanzar el teléfono que la salvaría, a pesar de estar solamente a unos centímetros de distancia...
Fue difícil para el hombre alojado en la habitación contigua decidirse a llamar a recepción tras oír un grito de inconfundible terror, porque en un mundo de soledad y distanciamiento cada cual tiene bastante con sus propios problemas; donde una vida tiene el valor que le quieran dar otros, y éste se mide exclusivamente por valores materiales...
Hubiese sido sencillo para el recepcionista llamar a una ambulancia antes de tener que subir a comprobar qué ocurría en la habitación 427, y arrepentirse horrorizado de no haberlo hecho...

Pero el reloj se había puesto en marcha muchos minutos antes.

Y en el baño de una habitación cualquiera, el color carmesí del dolor inundaba las paredes, el suelo y las almas de todos, salvo la de Ainara, cuyo cuerpo sin color no consiguió aguantar y se rindió.

Comentarios

Cris ha dicho que…
Al final no se salvó...
Si es que no es solo que lo que le han quitado, es que hay que estar en una bañaera con hielo, eh? que a mí el otro día se me acabó la bombona en la ducha y casi me da algo...
:)

Besitos!
Mixha Zizek ha dicho que…
Final inesperado, tuve que leer el anterior para reorganizar mis ideas y leerlo completo, tus relatos siempre me sorprenden y siempre quedan en suspenso, besitos

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