Perversiones latentes
¿Recordáis este relato?
Bea siempre se consideró una chica rara. Se veía a si misma distinta de las demás ya desde muy joven. Cuando empezó a madurar, los instintos se fueron desarrollando a la par que sus inquietudes, cambiaron sus intereses y en lugar de vestir muñecas se desvestía ella frente al espejo viendo evolucionar su cuerpo.
Todo normal en una muchacha joven salvo un pequeño detalle del que se dió cuenta cuando llegó a ese momento al que todos los chicos y chicas llegan indefectiblemente: sus impulsos nerviosos se volvieron más candentes y una fuerza inconmensurable condujo su mano cuesta abajo hasta el borde de sus bragas y sin que nadie le hubiese explicado nada, ya sabía cómo utilizar cada dedo. Sin embargo, la diferencia estribaba en la selección de pensamientos; su criba particular.
Disfrutaba de su soledad a ratos esporádicos cumpliendo las propias normas de la evolución de la mente humana.
Al principio no lo notó, pero poco a poco se fue dando cuenta de que en esas escenas mentales que la ayudaban a excitarse cada vez aparecían con más frecuencia imágenes de sangre y dolor.
Excitada no lo podía controlar, las pensaba inconscientemente hasta que esa maestría innata de sus dedos la hacían llegar al orgasmo, tras lo cual se sentía detrozada y horrible.
A veces era tal el agobio que sentía ante su particular forma de ver el sexo que lloraba desconsoladamente preguntando por qué y agarrando las sábanas de su cama que tan sólo segundos antes había sido escenario de esos placeres prohibidos.
Vetó la entrada de sus manos por la puerta de sus piernas durante meses, esperando que todo fuese un desliz transitorio de su joven mente. Pero cuando lo volvía a intentar aparecía con más saña y sangre la lascivia oscura de su mente perversa; y el ritmo de sus dedos se volvía vertiginoso ante una excitación incontrolable y sin precedentes.
Algo muy en el fondo le hacía ver que de nuevo había vuelto a caer, pero tan al fondo que apenas lo percibía en su derroche de imaginación sádica.
Nunca se atrevió a preguntar a nadie sobre ello porque estaba convencida de que sus desfases podrían suponerle un problema si se corría la voz, cosa que ocurriría con toda seguridad, así que decidió asumir en soledad su problema.
Sin embargo, con el paso del tiempo dejó de ser tal, para convertirse en una circunstancia a la que ya no daba la otrora transcendencia. Ya no se agobiaba, simplemente ocurría y punto; ese era su consuelo con el que además se permitía la licencia de elaborar pensamientos a la carta en los que la sangre era el protagonista, derramada por heridas realizadas a personas sin rostro. No le estimulaba el quién, sino el qué y el cómo.
Pero poco a poco se iba percatando de que su sed no quedaba saciada. Todos los pensamientos versaban sobre lo mismo porque ya no trataba de esconderlos a sí misma, lo cual fue su caja de pandora particular.
Bea llevaba una vida absolutamente normal. Terminó el instituto y se matriculó en psicología, quizás movida por un intento de responder a su propia pregunta.
Tenía amigas, con las que salía como cualquier persona de su edad. Bebía alguna copa de vez en cuando, pero no fumaba. La normalidad de su vida cotidiana ocultaba una identidad reservada únicamente a ella, por lo que maduró sin ningún tipo de transtorno. Había aprendido a asumir que esas cosas pueden pasar y no tienen por qué significar algo más.
Se desarrolló convirtiéndose en una chica guapa y apetecible para los lobos universitarios, que la perseguían sin saber realmente quién era el depredador.
Por aquel entonces aún no se llevaba empezar a follar a los 15 años, con lo que mantuvo su virgo intacto hasta la universidad. El día que lo perdió pasó sin pena ni gloria, pero con una pequeña satisfacción: durante el acto no pensó en sangre, sin embargo se excitó.
Tal vez su lado salvaje únicamente surgía en la soledad de su cuarto.
El angelical rostro de Bea le fraguó una fama de chica alegre y simpática con un pequeño lado perverso que volvía locos a todos. Una ínfima punta de su iceberg que por el momento solamente arañaba sin llegar a romper nada.
Pero esa sed seguía latente y, consciente de ello pasaba noches de insomnio perturbada ante una realidad que se abría paso inexorablemente.
Hasta que finalmente tomó una decisión que terminaría de abrir ese agujero negro. Se subió a su recién estrenado coche para partir lejos. Un pequeño viaje donde nadie la conociese, sin una idea fija, pero dispuesta a probar hasta qué punto era capaz de llegar a exteriorizar sus inquietudes.
Bea siempre se consideró una chica rara. Se veía a si misma distinta de las demás ya desde muy joven. Cuando empezó a madurar, los instintos se fueron desarrollando a la par que sus inquietudes, cambiaron sus intereses y en lugar de vestir muñecas se desvestía ella frente al espejo viendo evolucionar su cuerpo.
Todo normal en una muchacha joven salvo un pequeño detalle del que se dió cuenta cuando llegó a ese momento al que todos los chicos y chicas llegan indefectiblemente: sus impulsos nerviosos se volvieron más candentes y una fuerza inconmensurable condujo su mano cuesta abajo hasta el borde de sus bragas y sin que nadie le hubiese explicado nada, ya sabía cómo utilizar cada dedo. Sin embargo, la diferencia estribaba en la selección de pensamientos; su criba particular.
Disfrutaba de su soledad a ratos esporádicos cumpliendo las propias normas de la evolución de la mente humana.
Al principio no lo notó, pero poco a poco se fue dando cuenta de que en esas escenas mentales que la ayudaban a excitarse cada vez aparecían con más frecuencia imágenes de sangre y dolor.
Excitada no lo podía controlar, las pensaba inconscientemente hasta que esa maestría innata de sus dedos la hacían llegar al orgasmo, tras lo cual se sentía detrozada y horrible.
A veces era tal el agobio que sentía ante su particular forma de ver el sexo que lloraba desconsoladamente preguntando por qué y agarrando las sábanas de su cama que tan sólo segundos antes había sido escenario de esos placeres prohibidos.
Vetó la entrada de sus manos por la puerta de sus piernas durante meses, esperando que todo fuese un desliz transitorio de su joven mente. Pero cuando lo volvía a intentar aparecía con más saña y sangre la lascivia oscura de su mente perversa; y el ritmo de sus dedos se volvía vertiginoso ante una excitación incontrolable y sin precedentes.
Algo muy en el fondo le hacía ver que de nuevo había vuelto a caer, pero tan al fondo que apenas lo percibía en su derroche de imaginación sádica.
Nunca se atrevió a preguntar a nadie sobre ello porque estaba convencida de que sus desfases podrían suponerle un problema si se corría la voz, cosa que ocurriría con toda seguridad, así que decidió asumir en soledad su problema.
Sin embargo, con el paso del tiempo dejó de ser tal, para convertirse en una circunstancia a la que ya no daba la otrora transcendencia. Ya no se agobiaba, simplemente ocurría y punto; ese era su consuelo con el que además se permitía la licencia de elaborar pensamientos a la carta en los que la sangre era el protagonista, derramada por heridas realizadas a personas sin rostro. No le estimulaba el quién, sino el qué y el cómo.
Pero poco a poco se iba percatando de que su sed no quedaba saciada. Todos los pensamientos versaban sobre lo mismo porque ya no trataba de esconderlos a sí misma, lo cual fue su caja de pandora particular.
Bea llevaba una vida absolutamente normal. Terminó el instituto y se matriculó en psicología, quizás movida por un intento de responder a su propia pregunta.
Tenía amigas, con las que salía como cualquier persona de su edad. Bebía alguna copa de vez en cuando, pero no fumaba. La normalidad de su vida cotidiana ocultaba una identidad reservada únicamente a ella, por lo que maduró sin ningún tipo de transtorno. Había aprendido a asumir que esas cosas pueden pasar y no tienen por qué significar algo más.
Se desarrolló convirtiéndose en una chica guapa y apetecible para los lobos universitarios, que la perseguían sin saber realmente quién era el depredador.
Por aquel entonces aún no se llevaba empezar a follar a los 15 años, con lo que mantuvo su virgo intacto hasta la universidad. El día que lo perdió pasó sin pena ni gloria, pero con una pequeña satisfacción: durante el acto no pensó en sangre, sin embargo se excitó.
Tal vez su lado salvaje únicamente surgía en la soledad de su cuarto.
El angelical rostro de Bea le fraguó una fama de chica alegre y simpática con un pequeño lado perverso que volvía locos a todos. Una ínfima punta de su iceberg que por el momento solamente arañaba sin llegar a romper nada.
Pero esa sed seguía latente y, consciente de ello pasaba noches de insomnio perturbada ante una realidad que se abría paso inexorablemente.
Hasta que finalmente tomó una decisión que terminaría de abrir ese agujero negro. Se subió a su recién estrenado coche para partir lejos. Un pequeño viaje donde nadie la conociese, sin una idea fija, pero dispuesta a probar hasta qué punto era capaz de llegar a exteriorizar sus inquietudes.
Comentarios
Muchos besos.
Besitossss!
Precioso texto ^_^
Rarita, Bea.
Pero interesante a más no poder.
Saludos conversos.
Me ha encantado, un besote enormemente enorme y feliz semanita
Si debo sentir las letras que escribes, lo pones tan fácil, Oscar, que sería imposible no hacerlo.
Un abrazo y espero con impaciencia la perversión de la " prota "!!
Bicos!
como lo vas a dejar ahi..
te iba a decir(antes de leer la profesion de la protagonista) q podrias ser psicolog
porq logras meterte en la mente de multiples personalidades, pero mejor no te digo nada :P
UN BESOO CON SABOR A MARTESSS NOCHE¡¡¡
Besos lascivos
Bueno
besicos
Besitos (y felicidades de nuevo..)
un besito, muy buen relato
Un besazo!
Me ha gustado mucho el relato.
Besos
creo...
saludillos
Un saludo.
Muy buena historia
Roxanne
bueno...naaa...q Beitaaa...pues la xica raritaaa...pero en lo diferente esta el gusto...o es el la variedad...ajajaaaaa....espero q en ese viaje descubra mas cosas y venga y nos lo cuenteee...porq la xica es interesante jajajaaaa...
bueno besitosss...te veoooo....
Una excitante historia..
espero la segunda parte
Un beso
Saludos!
Todos estamos esperando las cosas que pueden suceder con esa joven.
Un beso
Me encanta este sadismo tuyo...
Tengo un pálpito de lo que acabará siendo la "dulce" Bea...
Muaksssssssssssssssssss!!!
Brillante cómo siempre :P
Lo leeremos?
Besos.
Un saludo
Un besote y feliz semanita. Espero que estés bien!
feliz resto de semana.
saludos conversos.