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De luces y colores

Cada paso significaba aventurarse en un mundo desconocido; disfrazado de oscuridad; escondido a su mente inquieta y ávida por descubrir lo que encerraba bajo aquel manto de tez negra. Las notas se iban deslizando suavemente a través del aire y penetraban en sus oídos, formando en su mente imágenes caleidoscópicas llenas de colorido. Sonidos bailando a su alrededor la danza trivial y cotidiana de las calles por donde caminaba. Aspiraba el aroma de cada vida; jugando a adivinar existencias a través del perfume que perseguía los pasos firmes, inquietos o vacilantes de las personas que pasaban junto a ella. Y lo imaginaba como un adorno que acompañaba a sus auras. Nadia conocía la palpable belleza de sus amigas porque sus manos sabían mirar más allá de la oscuridad, formando la silueta de cada milímetro de la piel que dibujaba, frente a frente, conteniendo la respiración y dirigiendo los ojos hacia un vacío con el que estaba condenada a vivir; angustioso cuando estaba sola con sus pensamie

Estirar hasta romper

Mila tomó aire lentamente hasta llenar los pulmones, con la mente en blanco, sintiendo el corazón palpitar y el fantasma de su miedo royéndole el alma con un blues de despedida, desgarrador y miserable, como todos los días que había pasado anhelando felicidad, pero obteniendo falsas promesas y esperanzas vanas. Promesas que tenían el valor del momento en el que eran lanzadas, en forma de rosa pero cargadas de espinas, embriagando los sentidos, obnubilando el raciocinio y haciendo que la acomodada rutina tuviese apariencia de bienestar y alegría. No podía más. No quedaban ya lágrimas que derramar, frente al espejo, escupiendo miradas de odio contra su propia imagen demacrada; estúpida por soportar y perdonar constantemente. La habían pisado demasiadas veces y demostraba su entereza volviendo a levantarse, aunque no lograba reaccionar ante el siguiente pisotón. Sus ojos no reflejaban nada porque los sentimientos la habían abandonado; confundidos y exasperados dejaron de tener cabida en a

Recuerdos salinos

El cuchicheo de las notas que traía el aire desde el horizonte bicolor transmitía versos que sonaban a tristeza. Millones de granitos chocaban contra las rocas mustias, trasladando poco a poco las dunas de una arena que ya no lucía los adornos de las pisadas alegres y revoltosas; apagada, descolorida y triste, como las notas del viento y los sentimientos que se escondían tras la mirada melancólica de Alfonso, sentado en esas mismas rocas, inmerso en infinidad de recuerdos vividos justo donde ahora dirigía su vista, frente a él, desde esa improvisada butaca, como si pudiese volver a ver fotogramas de su infancia. Todo había cambiado. Es la ley de la vida, esa que nadie nos explica pero comprendemos porque el paso del tiempo nos lo va mostrando. Las tonalidades del mar cambiaban con el movimiento de las corrientes, bajo la luz de un sol esquivo y tímido que se asomaba sin ganas por entre el gris de un cielo apunto de llorar. Detrás de Alfonso se abría ahora un vacío, el mismo que colmaba

Volar

La vida se le resbalaba entre los dedos buscando su candela, memorizando en fotogramas cada movimiento y encandilándose con una luz que sólo él veía brillar. Desterraba su existencia por la boca, a través de suspiros de añoranza y melancolía, recorriendo la superficie de su piel, y exhalando los nervios de su locura, y la fatiga de noches veladas llenas de pensamientos en una sola dirección: ella. Ella. Cansada de vivir sin haber vivido. Harta de esperar ver cumplidos unos sueños simples, pero demasiado complicados para un mundo extremadamente superficial y egoísta, cerraba los ojos en su cama para volar; despertaba la utopía de ese universo paralelo y veía su vida resbalar por la superficie de su piel. Los suaves surcos de sus huellas dactilares fueron entrando en contacto con cada poro de una tez morena y temblorosa, sintiendo impulsos eléctricos provenientes de algún lugar lejano; notas de una melodía que dictaba el orden de sus movimientos pausados y marcaban el ritmo de su agit

Diez segundos

Aquel siseo penetró en los oídos de cada uno de los presentes como el macabro preludio de un final marcado por el golpe certero y milimétrico que debía culminar el acto. No había posibilidad de fallo, y en algunas caras se reflejó la sonrisa de satisfacción propia de una mente liberada, expuesta durante mucho tiempo a la tensión de un miedo provocado por habladurías sin constatar. De asesinos, ladrones y demás calaña. Escoria de una sociedad ya de por sí sumida en la inmundicia y la incultura. El golpe final sonó como hueco, similar a un martillo de madera aplastando una oliva justo en el momento en el que la presión raja la carne para terminar golpeando el hueso contra la superficie de abajo. Toda la escena se desarrolló en segundos, y el regodeo del momento preliminar supo a poco, la sensación posterior fue de que todo había acabado demasiado rápido. Los esputos confirmaron que aún quedaba tensión por descargar; cuando se escupe al suelo es para terminar de expulsar el mal sabor de b

Trampas (parte II)

(si aún no la leíste, te recomiendo la primera parte de Trampas ) ... hoy voy a hacer trampas ... Esa frase resonaba en la mente de Abel mientras continuaba apoyado en la pared, viviendo con incredulidad y una tensa excitación todo lo que estaba ocurriendo, mirando hacia el fondo de la sala mientras los labios de Ángela se paseaban por su cuello, húmedos, guiados por la temblorosa impaciencia que estaba poseyendo sus entrañas. Ella se encontraba de espaldas a la gente, sabedora de que el tiempo pasaba y en cualquier momento podría hacer acto de presencia su pareja. La lascivia rebosaba su cuerpo desde las piernas hasta la punta de los dedos, que palpaban el cuerpo de éste buscando dónde quedarse. Finalmente le agarró la mano y echó a andar, seguida por el títere del que se había apoderado esa noche, un cuerpo dispuesto a hacer lo que ella quisiera, ya que no tenía nada que perder, mucho menos que ella; pero tal vez precisamente ese era el impulso que la guiaba sin control hacia los ser

Trampas

Su mirada, llena de lascivia, se paseaba lentamente por aquel local buscando alguna cara conocida, desde la penumbra del discreto rincón tras la columna y el altavoz, mientras unos labios se clavaban en su cuello, humedeciéndolo con los restos del Ron de cada trago. Solos, evadidos del bailoteo de la gente y la música que martilleaba sobre sus cabezas; envueltos en su propio devaneo. ------------------------- Ángela abrió su armario y experimentó un cosquilleo en el estómago al sentir que lo que realmente abría era la puerta hacia un mundo hasta ahora vedado. Eran las ocho y media, estaba oscureciendo y comenzó sin prisa ese ritual de metamorfosis que repetía cada semana... aunque esta vez todo iba a ser distinto. El primer paso: elegir concienzudamente entre pantalón, falda o vestido. Ocasión excepcional, ropa normal , pensó, y se decidió por un vaquero ajustado, sabía que así no fallaría; lo colocó en la cama y sobre éste, una camiseta negra, de tirantes, cuello de pico y ligeramente

Juicios velados

Cuando Daniel decidió decorar aquella pared con gotelé a base de salpicaduras de sangre y sesos pudo por fin liberarse de su pesada carga. Ese día recordó con amargura otros tiempos en los que la vida transcurría con normalidad, y echó de menos la bendita ignorancia humana. Nunca supo exactamente en qué momento comenzó a torcerse todo, pero sí tenía muy presentes las razones por las que cada minuto de su existencia se había convertido en un infierno. Una habilidad especial no siempre resulta beneficiosa o grata, aunque al principio pueda parecer que sí; y Daniel lo comprobó día a día con la desesperación de quien se sabe culpable, que no responsable, de un crimen que atentaba constantemente contra su conciencia y su autoestima. Aún no había llegado a la treintena, y como suelen decir los viejos: tenía toda la vida por delante; qué barbaridad! no somos nada . Pero nadie sabía de sus tribulaciones salvo él, y nada le esperaba en el futuro, salvo una constante aflicción. Un día cualquiera

Juventud eterna

En ocasiones ocurre que se empieza a echar algo de menos nada más verlo marchar, y corres detrás intentando volver a alcanzarlo. Volver a abrazar aquello que un dia tuviste. Pero a veces no comprendemos que hay luchas perdidas de antemano; que hay cosas que no se escapan, simplemente van delante. Marta brilló durante muchos años con un destello que envolvía todo a su alrededor, haciendo que los rumbos se perdiesen en cada uno de los puntos que conformaban su belleza, refulgente y atronadora. Los ecos de sus pasos resonaban alrededor como un señuelo que despertaba el deseo de todas las miradas dirigidas irremisiblemente hacia su piel, y por un momento se evadían de una realidad demasiado mundana para acoger tal esplendor. Bonita, con una gracia especial, la sencillez de su rostro hacía de ella algo único, algo aparentemente imperecedero. Quien se detenía a mirarla se extraviaba en las descripciones porque no había una nota más alta que otra; nada que destacar sin verse obligado enfatiza

Hacia el mismo rumbo

Dicen que la vida es una eterna búsqueda. Pasamos cada minuto esperando el siguiente, anhelando disfrutar un presente que a cada instante se va transformando en futuro, para perpetuar recuerdos tallados a martillo y cincel del pasado. Y elegimos, siempre lo más bonito de cada paso andado, cribando momentos para hacer de nuestra vida una bonita historia escrita con un carboncillo poco a poco desgastado, y tratando de que cada uno de esos recuerdos sea el que llena nuestra existencia. Había dos personas en el mundo en aquel preciso instante; dos almas perdidas cuyo camino se cruzaba para hacer de su bifurcación un solo rumbo hacia el que dirigirse, con la firmeza que solamente el corazón es capaz de otorgar. Se habían encontrado, y ya todo lo demás quedó relegado a un segundo plano en el que la importancia de cada suceso la marcaba el hecho de que lo viviesen juntos o no. Las lunas de melancolía tenían el color atenuado de un gris plata, brillante y límpido a sus ojos, perlados por las l

Sobre miedos y destinos

Los disparos no les mataban; eran balas de desidia, rencor y vasos colmados, lanzados a propósito con desatino, para advertirse mutuamente de que la supremacía moral tenía un precio muy alto, tanto que ninguno estaba dispuesto a cederla costase lo que costase. Pero les dejaban huellas, marcadas a fuego con la pólvora de sus miedos; por cada odio escupido, una capa más de indiferencia y vuelta a empezar, como si nada. Un paso más hacia el interior del túnel por no mirar atrás y fijarse en que la entrada estaba cada vez más lejos; por no darse cuenta de que tampoco había salida. Los besos enmascaraban un amor que se extinguía, y lo alargaban con la artificialidad de un dia a dia acomodado en la rutina. Es amargo pensar que algo se acaba; duele como una punzada al rojo cada vez que el pensamiento de una realidad irrefrenable se hace presente, y nuestro instinto es apartarlo; esconderlo tras otra capa más de indiferencia, con la vana esperanza de un futuro mejor; un túnel con salida. Las l

Esclava de un susurro

Sus palabras fluían entre la carnosidad de sus labios, humedecidos por otro trago de ron con hielo. El timbre de su voz me transmitía la sensualidad de cada imagen formada en mi mente, entre copas y confidencias. La historia me hacía temblar conforme avanzaba, y comencé a mirarla de una forma distinta… Me contó que se encontraba en una discoteca rodeada de amigos, bailando y bebiendo. De repente empezó a notar el ambiente demasiado cargado, sintió que sus pulmones necesitaban aire y sus oídos un poco de tranquilidad, por lo que se dirigió al aseo… pero a mitad de camino sus pasos la desviaron hacia la calle. Apoyada en un coche, agachó la cabeza con los ojos cerrados para aliviar el leve escozor provocado por el humo. De repente escuchó una voz a su lado, una voz masculina, familiar, que le infundía tranquilidad y confianza. No supo cómo, pero logró convencerle para que no abriese los ojos. Un halo de misterio le atraía profundamente y su intuición le decía que se trataba de un juego.

Magia

Su magia era tan transcendental como intangible; se movía a golpe de varita siempre con el corazón y el alma. Pequeña despeinada bailaba al son de una alegría llena de ilusión; anhelos de niña con sonrisa desdentada y ojitos café, endulzaba el amargor de toda desilusión mediante fantasía, redondas, blancas y corcheas. Bruja sin apariencia de tal, hechizaba miradas e hipnotizaba conciencias, haciéndolas cautivas de su encanto, enamorada de un mundo en el que no terminaba de encajar, y en el cual buscaba sin descanso un horizonte al que volar; incansable soñadora de quimeras. Querida, amada y hasta odiada porque su paso no dejaba lugar a la indiferencia, porque su contoneo marcaba los compases de un corazón aquí y otro allá, provocando sentimientos contrapuestos. Su presencia era vida, cuando no estaba quedaba el más absoluto vacío; la explosión de una supernova que deja un agujero negro por el que se escapa la alegría, la luz y las sonrisas; un huracán en cuyo ojo estaba ella. Dócil fra