Volvió. Hacía mucho que había dejado de calcular el tiempo que pasaba al otro lado. No le preocupaba ya. Abrió los ojos y esperó hasta adaptar de nuevo su vista al mundo real. Miró alrededor. Nada. Las cosas permanecían igual; acumulando polvo, inmóviles en el mismo lugar donde alguna vez quedaron. Por un momento tuvo la impresión de que los objetos estaban perdiendo color, como si formasen parte de un pasado en blanco y negro. Había silencio, últimamente casi siempre lo había, sin importar la hora. Día y noche un silencio de pérdida, de olvido. Se levantó, estiró un poco las piernas y la espalda, caminó hasta la cocina, bebió algo de agua y se preparó un sándwich. Pronto tendría que volver al supermercado para comprar más comida. Podría pedirlo por internet, pero últimamente eran los únicos minutos en que pisaba la calle, a veces en semanas. Se había convertido en la única conexión que le quedaba con la realidad. ¿Realidad? Una línea muy difusa separaba ahora el lugar
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