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Sin destinatario

Siento un vacío enorme cuando me pongo frente a la pantalla, dedos en el teclado y decido escribir algo. No se me ocurre nada. Ninguna historia que contar, que inventar. Experimento una sensación de angustia al tratar de pensar o imaginar unas líneas, algo que expresar con mayor o menor sentimiento, pero con algo de imaginación. Podría escribir una carta de amor, de despecho, de rabia; podría plasmar pensamientos que describen injusticias para, al menos, desahogar la presión que, aprisionada, intenta escapar de mi alma; me podría pasar horas redactando una carta sin destinatario, que al fin y al cabo es lo que ocurre con todos los post que publico en este blog, pero me abate la incertidumbre de, si a uno, a solo uno de los lectores que por casualidad pasen por aquí y lean estas líneas, dibujarán una sonrisa y pensarán para sí: "me gusta". Tengo plena confianza en que volverá la inspiración en el momento menos pensado.

Adversarios

Siéntate a repasar los fríos versos que te traigo, coge aliento; no te sueltes; siente el viento; no despiertes. Mantén los ojos cerrados para ver pasar, alados, sinsabores del pasado. Rehenes voluntarios, de actores protagonistas, de una mierda de teatro del que somos los artistas. Trapecistas y payasos, subidos en una cuerda, mayordomos y sirvientas: infelices adversarios... Batallas cruentas que dejan pieles curtidas, y el tiempo se acaba sin salvar las murallas, sin medallas que valgan, porque nada merece en unas guerras perdidas.

Nublado

Y como siempre sigo aquí sentado, vedado el cielo de mi mente al vuelo, de las luciérnagas que me han dejado, para aliviar su amargo desconsuelo.

Siente

Siente ojos tristes, el sabor amargo de los besos que me diste, sufre el embargo de esos, los excesos que el alcohol en tu sobriez produce, conduce, mis anhelos por senderos de azufre, largo mi andar sin parar, por los pastos de tu esbeltez, escucho mi latir en el remanso de tu tez, seduce mientras puedas y tu absurdo devenir, te oculte tras el muro de tu falso sonreír.

Acércate

Ven que te diga unas palabras, acércate a mi estela taciturna, embadurna tu cuerpo en mi acuarela, que haré fluir tu ser, has de saber, con líneas en delirio, macabras, sin sentido. Acaríciame al oscuro anochecer, mientras miro el preciado escaparate, que tus piernas forman al caer, y se juntan en un justo desempate. Desnuda tu cuerpo con fervor, y serás quien siempre deseaste, prende de fuego tu timidez, recordarás esos labios que probaste, sin más prueba que el adiós que me escuchaste...

Aridez y muerte

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Inmensidad reseca en un horizonte sin futuro. Caminos duros, áridos, que duelen en mis pies y en sus entrañas, sin lágrimas que derramar. Vidas que escapan del infierno, huyendo de la tristeza y la muerte, muerte que les espera un poco más adelante. Pastos sin fruto, árboles sin hojas, piedras sin sombra. La negra realidad de quien no tiene corazón ni sabe respetar la vida de quien se la ofrece, ni la suya propia. Devasta, quema, pudre y maltrata, hasta convertir todo en un árido desierto ambarino y deslumbrante por la inclemente luz que en su quemada piel se refleja, reflejando el desolador panorama que a su paso deja el ser humano. Desprecio por todo y todos, desprecio por nosotros, desprecio lleno de codicia... Morir mientras se es testigo de la muerte. Llevarnos con nosotros cuanta vida nos cruzamos. Hierba que sucumbe y no crece a nuestra espalda. Cada vez menos espacio y más devastación. Somos las termitas que devoran el árbol y lo matan para morir con él...

Allá, en el pueblo

Allá en el pueblo solías salir a la calle cómo y cuando te venía en gana, porque allí todo y todos convivían en una grande y acogedora familia. Allí se iba a respirar, a pasear y a charlar con los amigos que nada más veías cuando el tiempo y el trabajo te lo permitía. Los coches allí no estaban bien vistos, únicamente los privilegiados con suficiente confianza como para circular por sus estrechas calles, saludando aquí y allá con el brazo fuera de la ventanilla. Los más caminaban de un lado a otro sin perezas. La vida transcurría en pura tranquilidad, con la indiferencia que produce saber que no hay diferencia entre un día y otro. Gentes despreocupadas por la certidumbre de que mirar atrás era totalmente innecesario. Los hombres jugaban en los bares formando grupos en distintas mesas, al dominó y al truque, jugándose los cuartos sin más tema de conversación que la temperatura de la época. Era un lugar feliz. Allí nada perveía que todo pudiese cambiar en tan solo unos años. Nadie podía

Sueño

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Alegre y feliz camino, sintiendo la suave brisa besar mi rostro. Veo el horizonte y casi puedo tocarlo. Vuelo, vuelo alto y nada me impide llegar hasta donde quiera, donde mi imaginación me lleve. Cierro los ojos y siento una gran paz y tranquilidad. El cosquilleo de la espuma del mar roza mis tobillos, mientras los rayos del sol calientan mi piel y respiro profundamente la soledad que yo misma deseo. Paseo sobre hojas en el camino, llanto de los árboles desnudos en otoño. Superficie ambarina y húmeda sobre la que poso mis pies descalza. Gotas de lluvia golpeando mi cuerpo, deslizando su leve peso por los surcos de mi piel, hasta desaparecer fundidas en mí. Cruel despertar, que me devuelve al infierno del que deseo escapar .

Te quiero demasiado

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Y ese amor hace que me cueste muchísimo soportar esta vida, viéndote sufrir. Estoy aquí para todo lo que necesites, te atenderé mejor que cualquier enfermero, porque yo no siento lástima, sino amor. Una profunda devoción por la persona que me ha dado la alegría durante todos estos años. No lo puedo soportar más. Cada vez que me acerco a tí, y veo que no puedes moverte, se me acongoja el corazón y me resbalan las lágrimas irremediablemente, aunque intento que tú no me veas. No quiero despedirme de tí, quiero que estemos juntos para siempre, quiero irme contigo donde tú vayas, agarrarte de la mano y no soltarte jamás. Cada día me agradeces con tu mirada y tus palabras todo lo que hago por tí, pero soy yo quien agradece tenerte a mi lado, que podamos estar todos los días juntos, mirarnos, charlar entre los golpes de dolor que nos atacan a cada instante, y que nos hacen difícil soneír. Pero aún así lo hacemos, porque es más grande la alegría de estar juntos que todos los dolores del mundo.

¿Me regalas un instante?

24 - 8 = 16 - 7 = 9 - 3 = 6 - 2 = 4... Piensa en los escasos momentos que te quedan a lo largo de un día para hacer lo que realmente quieres: Trabajas ocho horas (mínimo, sin contar desplazamiento), duermes 7 (qué menos), hay que comer, al menos tres veces al día, pierdes el tiempo en tonterías, pierdes más tiempo en más tonterías, y cuando te das cuenta de que casi ha acabado el día, sólo te quedan fuerzas para tumbarte en el sofá a esperar el siguiente... si ya estás deprimido, mejor no sigas pensando... ¿Tienes aficiones?: deporte, leer, internet, jugar, salir, pasear, amigos, amigas... Es la última vida de la partida.