Sin destinatario
Siento un vacío enorme cuando me pongo frente a la pantalla, dedos en el teclado y decido escribir algo. No se me ocurre nada. Ninguna historia que contar, que inventar. Experimento una sensación de angustia al tratar de pensar o imaginar unas líneas, algo que expresar con mayor o menor sentimiento, pero con algo de imaginación. Podría escribir una carta de amor, de despecho, de rabia; podría plasmar pensamientos que describen injusticias para, al menos, desahogar la presión que, aprisionada, intenta escapar de mi alma; me podría pasar horas redactando una carta sin destinatario, que al fin y al cabo es lo que ocurre con todos los post que publico en este blog, pero me abate la incertidumbre de, si a uno, a solo uno de los lectores que por casualidad pasen por aquí y lean estas líneas, dibujarán una sonrisa y pensarán para sí: "me gusta". Tengo plena confianza en que volverá la inspiración en el momento menos pensado.