Secuelas
Se decía que no sentía nada, que no padecía. El coste de su extraordinaria particularidad era lo que más le pesaba, aunque nunca pudo expresar sentimientos que reflejaran frustración, enfado o tristeza, porque precisamente esa era la característica que lo distinguía de los demás. Desde un principio supo que alguna pieza de su engranaje había dejado de funcionar correctamente, no hacía falta que nadie se lo dijese, era obvio en el dibujo de las caras ajenas ante ciertas situaciones que algo no iba bien. Apenas habían pasado unos días desde la euforia inicial, la rutina volvía casi como si no hubiese pasado nada, porque la suerte, la causalidad o los milagros se manifiestan de formas similares y ya cada cual decide, y su vida continuaba tras haberse interrumpido bruscamente durante unos trágicos instantes que marcarían el resto de su existencia. “Ha sido un ictus”, le habían dicho sin suavizar lo más mínimo la noticia cuando descartaron cualquier riesgo posterior y cerciorarse